Adolfo Carrasco: “Las humanidades son unas incomprendidas, pero siguen existiendo y funcionando. Las aulas están llenas de gente joven que quiere seguir los pasos por los que ya hemos andado”
- Post by: historiasimancas
- 14 marzo, 2019
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El director del Instituto Universitario de Historia Simancas explica la importancia de la investigación y el papel que tiene el centro en Valladolid
Aquellos que rigen las administraciones en muchas ocasiones no dan valor a las instituciones de investigación al no ser conscientes de su potencial. En un mundo donde se desprestigian los estudios de humanidades, centros como Oxford y Cambridge siguen considerando que el latín debe estudiarse. Adolfo Carrasco (Valladolid, 1964) es el director del Instituto Universitario de Historia Simancas desde 2017 y defiende que en el futuro este podría ser el embrión de un gran instituto de ciencias sociales y humanidades de Castilla y León.
PREGUNTA. Hoy en día sigue habiendo rivalidad y prejuicios entre las diferentes tipos de ciencias. ¿Cree que la investigación de humanidades está considerada, por lo general, menos importante que la de otras ramas? ¿Cómo solucionaría este prejuicio?
RESPUESTA. Si fuera capaz de solucionar ese prejuicio resolvería un problema que afecta a todas las disciplinas de humanidades. No tengo ninguna solución, pero sí creo que tiene que haber una doble perspectiva.
Por una parte, hay que intentar mantener en la sociedad la importancia de las humanidades. Cuando ha desaparecido el estudio clásico o se tiende a que desaparezca en muchas partes de Europa, en Oxford o Cambridge se sigue considerando importante estudiar latín. Algo querrá decir que esas mismas universidades tan poderosas en campos como la informática, la química, la física pura o las matemáticas, también sigan prestando atención a esas otras cosas.
Por otra parte, creo que los historiadores tenemos que hacer examen de conciencia para saber por qué pasa esto. Algo de culpa también tendremos nosotros, pero no toda, evidentemente. Deberíamos preguntarnos por qué no llegamos a la sociedad. Y, sobre todo, cómo podemos transmitir y vincular nuestro trabajo y nuestras investigaciones a la ciudadanía. Por ejemplo, nos queda mucho por hacer en cuanto a nuestra forma de escribir para comunicarnos mejor con más gente.
Por último, no debemos pensar que nuestros estudios tienen por qué interesar sistemáticamente a todo el mundo. Tiene que haber una preocupación por llegar a la sociedad, desde luego, pero tenemos que entender que por definición estricta nuestros estudios en muchos casos son minoritarios. Es un problema del que se viene hablando desde hace mucho tiempo. Es casi una constante en la historia de la humanidad. En todo caso, aunque las humanidades son unas incomprendidas, siguen existiendo y funcionando. Las aulas están llenas de gente joven que quiere seguir los pasos por los que ya hemos andado.
P. Es investigador del IUHS, centro del que también es director. ¿En qué se ha centrado su actividad? ¿Cuáles diría que son los retos más importantes que ha asumido como director del instituto?
R. En primer lugar, como director gestiono todo el funcionamiento del Instituto. Y además de ello, nos hemos planteado desde el primer momento poner en marcha nuevos proyectos que supongan una renovación y puesta al día del centro.
Por un lado, tienen que ver con el cambio de la página web, con la actualización del logotipo y con tener una mayor presencia en los medios digitales, redes sociales, académicas y generales. Todo esto se manifiesta en la puesta en marcha del laboratorio de comunicación digital.
Por otra parte, tenemos proyectos relacionados con fortalecer una seña de identidad del instituto. Queremos poner en marcha o retomar iniciativas que vinculen más la investigación con los archivos de Valladolid y Simancas. Estamos muy empeñados en la puesta en marcha de un curso de especialización todos los años de paleografía y archivística que se celebrará a finales de este curso 2019.
Por último, una tercera línea de actividades consiste en fortalecer los lazos ya existentes con el Ayuntamiento de Valladolid, ya que es una manera de servir a nuestro objetivo de difundir en el medio más cercano la actividad investigadora del instituto y, por lo tanto, la de la ciudad. En este curso hemos hecho el congreso de Carlos V en octubre y recientemente hemos contribuido con varias actividades en el centenario del Conde Ansúrez.
P. Como director del IUHS, ¿qué espera de él en el futuro?
R. Espero lo mismo que cuando llegué a esta universidad hace 14 años: que el Instituto de Historia Simancas sea una plataforma más ágil que los departamentos, con una estructura más abierta y dinámica. De esta manera se podría hacer todo lo que no se puede por las trabas administrativas y por las competencias específicas de departamentos cuya primera responsabilidad es atender a la docencia y a los estudiantes. Creo que el instituto tendría que ser en el futuro el embrión de un gran instituto de ciencias sociales y de humanidades de la Región, y estar financiado por esta.
Para que esto se consiga se debe cambiar la mentalidad por parte del profesorado, por lo que espero que nuestra labor al frente del instituto sirva para modificarla, sobre todo jóvenes profesores y nuevos investigadores. Esto también supone que la propia universidad y los sucesivos equipos rectorales sean conscientes de una vez de las posibilidades que tiene para el prestigio de la Universidad de Valladolid su Instituto Universitario de Historia. Sería muy deseable que las autoridades académicas fueran más conscientes del potencial que tienen sus estructuras de investigación ya consolidadas, y que propiciasen un marco reglamentario flexible para desarrollarlo.
P. Como investigador y académico acude a conferencias y ponencias nacionales e internacionales, además de elaborar sus propios proyectos. ¿Cómo compagina su trabajo de investigador con el de docente?
R. Lo compagino como lo hacemos todos los profesores universitarios, puesto que tenemos esa doble condición de investigadores y de docentes. La docencia se nutre de las propias investigaciones.
Por otra parte, no somos solo investigadores que vivimos en ese campo específico aislado de la sociedad, sino que el constante test que supone la docencia en todos los niveles es una manera de estar comprobando que nuestra investigación tiene una proyección específica en el primer escalón de nuestra actividad: en el aula con los estudiantes. Personalmente pienso que son indisociables. Se es investigador porque se es docente, y viceversa. Cualquiera de esas actividades tomadas solo en sí mismas supondría una limitación impropia de una disciplina como es la historia.
P. Como docente, ¿piensa que la rama de la investigación interesa a los estudiantes? Desde su experiencia, ¿suelen mostrar interés por ella?
R. No sé cuantificarlo, pero lo cierto es que siempre hay estudiantes muy interesados. Existen esas vocaciones y creo que debemos conservarlas y apoyarlas. Jóvenes de ese género van a seguir existiendo siempre en cualquier circunstancia, y es así porque el interés y la curiosidad intelectuales es un denominador común de lo humano.
Además de estas vocaciones de gente con empeño que ya justo antes de sus estudios de secundaria quieren dedicarse a esto como me ocurrió a mí, hay otra gente que a lo mejor no tienen esa misma inclinación en principio o dudan, pero que tienen el derecho de tener una formación de calidad. No tiene por qué ser algo que venga desde un principio, esos pasos se pueden producir a lo largo de los años de estudio.
Por otro lado, no considero que la dedicación universitaria tenga que ser una actividad masiva. Sin embargo, nosotros como instituciones públicas tenemos la responsabilidad de atender en calidad, no en función cuantitativa. Tenemos que ofrecer esa opción. Es responsabilidad de lo público como cualquier otro servicio que se presenta a la ciudadanía.
P. El Instituto surge en 1988 a petición de profesores de la Universidad de Valladolid. ¿Qué es y cómo comienza a dar los primeros pasos para consolidarse?
R. Fue la iniciativa de una serie de profesores de esta universidad aprovechando los cambios legislativos que abrían la posibilidad de creación de institutos universitarios. Se produjo en la voluntad de conciliar esfuerzos de compañeros de diversas áreas de la historia y otros. Esto ocurrió como otras cosas de la vida: las personas con inquietudes vieron la oportunidad que permitió la puesta en marcha de un instituto pionero en los de este tipo en la Universidad de Valladolid y en la región. En España en general también fue en su momento una iniciativa bastante singular.
P. Entre sus posibilidades, el Instituto cuenta con un doctorado, un máster y otra clase de programas. ¿Qué tipo de actividades realizan y en qué consisten?
R. El máster del instituto tiene la característica de ser interuniversitario y es el único específicamente de investigación en historia de esta universidad. Por otro lado, el doctorado tiene una enorme acogida, ya que siempre tenemos un alto número de matrículas. Además, ambos están ligados con la Universidad del País Vasco, lo que amplía sus posibilidades, y contamos, tanto en el máster como en el doctorado, con las máximas certificaciones de calidad otorgadas por las entidades oficiales nacionales y autonómicas.
Junto a esto, hacemos dos tipos de actividades vinculadas a la formación continua y complementaria. Por un lado, están los seminarios doctorales que tienen muchos años de existencia y son un éxito. Además, hemos creado un Seminario Permanente que es abierto y sirve para aprovechar que venga gente de fuera de Valladolid para que nos hable sobre lo qué están investigando. Por otro lado, tenemos algo muy consolidado también desde hace 30 años: el Ciclo de Conferencias de Otoño del Instituto, que luego se publica en volúmenes de forma continuada. Es una oferta muy abierta sobre perspectivas de trabajo acerca de un tema de investigación, y contamos no solo con historiadores, sino también filósofos, historiadores de la ciencia y otros especialistas que puedan aportar ideas a nuestros jóvenes en formación y, desde luego, también a los investigadores consolidados.
Además, apoyamos a los grupos de investigación que hay en el Instituto. Todas sus iniciativas son respaldadas con los recursos y fondos del Instituto. También apoyamos y colaboramos con actividades de difusión y externalización del conocimiento histórico.
P. El Instituto Simancas destaca por sus proyectos de investigación. ¿Cuáles han sido los últimos que se han llevado a cabo o los más destacados? ¿Hacia dónde cree que debería avanzar la investigación del instituto en los próximos años?
R. Hay dos fundamentales que nos ocupan en estos momentos. En primer lugar, la creación del Laboratorio de Comunicación Digital, la vinculación del instituto con nuevas tecnologías, con lo que aspiramos a mejorar la proyección del Instituto a medio-largo plazo. No solo a nivel España: pretendemos lanzarla fuera de España a través de Internet.
En segundo lugar, está nuestro curso de especialización en paleografía y archivos. Lo vamos a lanzar este año por primera vez y es fruto de la colaboración entre expertos en paleografía del Instituto y la generosa participación en el proyecto del archivo General de Simancas, del archivo de la Real Chancillería, del archivo Municipal de Valladolid y el Archivo de Simón Ruiz. Lo lanzamos con intención de continuidad, por eso lo hemos llamado Primer Curso de Especialización en Paleografía y Archivos, porque queremos que se convierta en una oferta anual.
Creo que la investigación debería avanzar hacia la interdisciplinariedad. Debemos estudiar y seguir investigando, pero desde perspectivas distintas y complementarias. Precisamente, el Instituto de Historia Simancas tiene que tener esa función de propiciar contactos. Por eso hacemos el ciclo de otoño y los seminarios, con la idea de que vengan otras personas de campos distintos y que los jóvenes puedan pensar de otra manera, que la investigación tiene que romper los moldes antiguos y abrirse a nuevos planteamientos sin perder la centralidad de la historia.
Texto: Claudia González Barreiro