El espíritu de Villalar frente a los fantasmas identitarios
- Post by: historiasimancas
- 18 octubre, 2019
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La fiesta que recuerda a los comuneros centra una ponencia sobre su importancia para la comunidad autónoma en el Congreso sobre la Transición en Castilla y León organizado por el Instituto Universitario de Historia Simancas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UVa
El 25 de abril de 1976 se celebró el primer Villalar. La localidad vallisoletana de Villalar de los Comuneros congregó por primera vez a casi 400 manifestantes para reclamar democracia y autonomía en los primeros años de la Transición. Solo dos años después, en 1978, fueron 200.000 los castellanos y leoneses que acudieron a esa cita, una cifra que demuestra el fervor social que producía esta celebración a finales de los años 70.
Esta fiesta, reivindicada por muchos y denostada por otros tantos, fue protagonista este miércoles, 16 de octubre, en el Congreso sobre la Transición en Castilla y León que organizó la Universidad de Valladolid de la mano del Instituto Universitario de Historia Simancas. El historiador Enrique Berzal de la Rosa analizó cómo esta fiesta popular se utilizó como símbolo para dotar de una identidad propia a una comunidad autónoma en estado de gestación. La ponencia se celebró en la Facultad de Filosofía y Letras bajo el nombre de “El mito de Villalar en la Transición”.
Enrique Berzal comenzó su intervención explicando las características de esta comunidad, con los problemas que tuvo en su creación por las distintas sensibilidades y por abarcar dos regiones diferentes en una misma autonomía: León y Castilla. Añadió también que había “una honda raigambre de identidades provinciales” porque la gente se sentía de su provincia y de España, sin nada intermedio. No había una diferenciación entre lo castellano y lo español.
Estos factores provocaron que lo que hoy es Castilla y León no tuviese un sentimiento regionalista. Esa comunidad en pañales que buscaba su hueco en la nueva ordenación territorial del Estado necesitaba dotarse de algún elemento distintivo que le diera esa unidad. El historiador Berzal de la Rosa explica que es ahí donde entran en juego los símbolos y fiestas como factor de cohesión, pues “toda región o comunidad que se precie necesita un relato histórico común que la ayude a proyectar su futuro”. Todo en un contexto político en que Cataluña y el resto de comunidades llamadas históricas avanzaban en el autogobierno, por lo que las nueve provincias de esta tierra no querían quedarse atrás.
Partidos y organizaciones de izquierdas, como la Alianza Regional, y más tarde también la derecha castellana, vieron en Villalar la causa común que podía dar esa identidad. La fiesta, que celebra la derrota de los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado frente al ejército de Carlos I, “se utiliza como símbolo de la lucha contra el centralismo imperalista”, en palabras de Enrique Berzal. Este centralismo ejercido por Madrid durante el imperio y también durante la dictadura será la clave de lo que pedían los portavoces del espíritu de Villalar en esos primeros años democráticos y de libertad.
Los manifestantes lamentaban el abandono que había sufrido Castilla y León desde la tierra comunera en 1521. El manifiesto de 1977 leído en Villalar lo dejaba claro: “perdimos las libertades con la derrota de los comuneros”. Un regionalismo siempre con tintes democráticos que tuvo que hacer frente a importantes problemas policiales. En 1978 y 1979 se produjo “una verdadera batalla de las banderas que obligó a intervenir a la Guardia Civil”, explica Enrique Berzal. Ardieron banderas nacionales y determinados grupos de izquierdas llegaron incluso a colocar la bandera republicana en el ayuntamiento. El historiador concluyó la ponencia explicando que, con el bullicio inicial, Villalar logró desmentir el mito de “la Castilla imperial” y supuso avances para el autogobierno. Sin embargo, con el paso de los años se puede comprobar que no logró transmitir una identidad castellana y leonesa que diera unidad a la comunidad autónoma de las nueve provincias.